jueves, 12 de abril de 2012

Desnudando la felicidad

Cuando oía la palabra congreso en los medios de comunicación, casi siempre iba asociada a algo negativo, a temas puramente profesionales o bien a propósitos carentes de interés humano. Congreso sobre el cambio climático, congreso sobre el cancer de mama, congreso de marketing,  congreso de cualquier partido político... En ellos la idea fundamental era la de vencer, vender o convencer. Durante estos dos días he oído hablar de cosas positivas, un chaparrón de ilusión, optimismo, altruismo y generosidad  caía constantemente sobre los que allí estábamos y nadie, en ningun momento, trató de protegerse porque nadie trataba de convencer y nadie pretendía ser mejor que los demás.

El II Congreso Internacional de la Felicidad finalizó y salí de él con la frase que ya planeó sobre mi mente en su primera edición: "Yo estuve allí". No es mi intención juzgar la calidad del sonido o del escenario, ni siquiera el nivel de la organización o la comodidad del asiento pero sí tratar de convertir en palabras las sensaciones y las emociones que unas veces tiraban de tus labios hacia atrás de manera casi inconsciente dibujando en tu cara una sonrisa y otras convertían tus manos en improvisados parabrisas que, disimuladamente, devolvían la nitidez a unos ojos cuya visión se empañaba ante lo que percibían , no en vano ya he dicho que estábamos bajo un buen chaparrón y mereció la pena calarse hasta los huesos.

El entorno

La cola daba la vuelta a los teatros del Canal media hora antes del comienzo del Congreso.
Cuando llegué allí traté de catalogar a los que veía ¿Quién asistiría a un congreso tan 'extraño' como éste? ¿Quizá gente infeliz que busca la manera de salir del agujero? ¿Gente 'moderadamente feliz' y algo inconformista que busca sacar más jugo a su vida? ¿Curiosos que quieren saber de qué va la cosa?. Fue imposible, había gente de todas las edades, de todas las clases sociales (estaba yo por a allí junto a Isabel Sartorius, imaginaos), los había sanos y no tanto (Irene Villa por ejemplo), altos y bajos, guapos y feos, directivos y empleados, de derechas y de izquierdas... Fui incapaz de extraer un patrón de tal mezcolanza y eso fue algo que me agradó. La felicidad interesa a todo el mundo, sin distinción alguna.

Los expertos

Eché una ojeada al programa y me resultó llamativo el hecho de que una gran parte de aquellas personas que iban a exponer sus ideas sobre la felicidad, las hubieran obtenido en gran medida del sufrimiento ajeno. Allí aparecían doctores de todo tipo, desde oncólogos hasta psiquiatras, así como abanderados de las injusticias sociales tanto nacionales como internacionales. Había también filósofos y algún que otro monje budista o monja contemplativa.

Momentos

Todas y cada una de las ponencias tuvieron sus momentos. Fueron muchos los que unas veces arañaban tu conciencia, otras despertaban tu yo rebelde dormido en alguna parte y hubo incluso algunas que, alargadas a conciencia, te permitían cerrar brevemente los ojos y reponer fuerzas (gracias Arsuaga), y es que fueron 10 horas de atenta escucha...

Ya me era conocido Luis Rojas Marcos, supongo que ostentar el cargo de director de psiquiatría en un hospital neoyorquino durante los atentados del 11-S curte. Con un aparente, sólo aparente, reflejo de senilidad que hacía temer que perdiera  el hilo de su argumento a cada minuto, nada más lejos de la realidad por cierto, nos dejó meridianamente claros aquellos factores que protegerían nuestra felicidad. Que alivio sentí cuando preguntó a la concurrencia aquello de "¿Quien de vosotros habla solo en voz alta a diario?" y una gran multitud levantó la mano. "Pues seguid haciéndolo, ya que la comunicación es uno de los protectores ya sea con los demás o con uno mismo". Las conversaciones conmigo mismo estaban empezando a asustarme... ya no. Y que razón tenía al afirmar que todos venimos al mundo equipados para ser felices, al menos moderadamente, y que no debemos esperar a que algo externo venga en nuestra ayuda. Resultaba sorprendente que, interrogados ante nuestro nivel de felicidad, la gran mayoría nos otorgábamos una nota superior al 6 mientras que ante la pregunta contraria es decir, qué nota pondríamos a la felicidad ajena, a la del resto del mundo, la gran mayoría lo suspendía. Curioso cuanto menos ¿verdad?

Juan Luis Arsuaga, gracias de nuevo. Mi más sincero agradecimiento ya que gracias a tu amplia exposición de la felicidad vista desde un prisma antropomórfico pude recargar baterías y estar al cien por cien el resto de la jornada. Demostraste sobrados conocimientos de la historia y prehistoria de la especie humana. Desde el hombre de cromagnon hasta la actualidad realizaste un amplísimo resumen de nuestra evolución haciendo una breve parada por tu despacho en la sierra de Atapuerca. No me lo tomes a mal, eres un Príncipe de Asturias bien merecido pero no supe captarte, lo siento. De lo perdido, saqué lo que pude, algo que tú haces a las mil maravillas en tu trabajo diario.

Carmelo Vazquez es profesor de psicología en la Complutense y un asiduo colaborador del Instituo de la Felicidad. Con una presentación sensiblemente más corta que la de sus compañeros, debido a los excesos temporales cometidos por Arsuaga y su "érase una vez el hombre", tuvo un par de momentos estelares. El primero al mostrarnos que un sólo trastorno psicológico equivale a 4 físicos, algo que puede abrir los ojos a la hora de valorar los estragos que una depresión puede causar y que son, a veces, infravalorados por incomprendidos. Y, en segundo lugar, al poner el foco en un problema global que nos afecta a todos y es el desastre emocional que supone la medida del progreso mediante el PIB elaborado con cientos de parámetros y variables que poco o nada tienen que ver con el bienestar real de los habitantes de los países que por él miden su progreso, o sea, la gran mayoría. Fue corto y se me hizo corto, hubo datos que se quedaron en el limbo por falta de tiempo. Lástima.

La sorpresa del día la dió el Dr Mario Alonso Puig, para mí un perfecto desconocido. Es Doctor especializado en el aparato digestivo y 'algo de no se qué' que no entendí en Harvard. Subió al escenario con el aspecto de uno de esos clásicos empollones de colegio, una especie de Milhouse adulto. Su voz era especialmente grave y sus gestos algo exagerados por lo que no me las prometía muy felices pero... grata sorpresa. Hablaba sin ayuda, nada de chuletas ni de esquivas miradas al ordenador, era sencillo, directo y un gran comunicador. La entonación de su voz me recordaba en ocasiones a la de aquellos curas de iglesias rurales que saben de lo que hablan a fuerza de repetirlo. Nos mostró los circuitos cerebrales que son activados por la felicidad y aquellos que lo son  por su ausencia. Defendió el AMOR como principal generador de felicidad. Amor a una idea, a un proyecto, a ti mismo, a tu pareja, a tu forma de vivir. Me quedo con una joyita de su charla: 'Decir Te Quiero es lo mismo que decir: para mí, tú no morirás jamás'. Ahí queda eso.

El segundo día prometía, aun si cabe, más que el primero. Llegué pronto, no quería quedarme sentado en las escaleras tal y como pasó en el 2010. El primero de la mañana era un peso pesado. Matthieu Ricard subió al escenario con su uniforme de trabajo, cabeza rapada al cero y una especie de túnica vistosa de color naranja y amarillo. Científico brillante de profesión (trabajó al lado de algún que otro premio nobel), lo dejó todo para dedicarse a la meditación allá por el Nepal y, no olvidando sus orígenes, donó su cerebro a la ciencia que lo estudió durante horas y horas junto al de muchos otros personajes llegando a la conclusión de que aquel, científicamente hablando, era el hombre más feliz del planeta. Incidió sobremanera en el altruismo y la meditación como caminos rectos hacia la felicidad,  (llegó a aconsejar 20 minutitos al día de meditación trascendental, como si fuera fácil) y señaló de nuevo al PIB como responsable no sólo del nivel de infelicidad colectivo sino del gris futuro medio ambiental del planeta. La necesidad de traducción simultánea, pues no hablaba una palabra de castellano, restó eficacia a sus palabras aunque fue enriquecedor oirle.

Sor Lucía Caram cogió el relevo, una monja contemplativa argentina afincada en Manresa que, desde luego, si algo no tenía era pelos en la lengua. Subió al estrado enfundada en sus hábitos. Irreverente, rebelde y valiente.  Tanto por su físico como por su carácter podría decirse que fuera una versión caucásica de Whoopi Goldberg. Abandonó su reclusión monacal para ofrecerse a los demás, a aquellos que más lo necesitaban. Incidió en la necesidad de darse a los demás para lograr ser feliz. Bonita historia la que lleva detrás y valiente al contarla y al definir como "Decadente y trasnochada" a la institución a la que tantos años de vida había dedicado. Los aplausos nacieron espontaneamente al escuchar aquello, alguien en Alcalá de Henares debería haber tomado nota.

Sonrisas de Bombay es el nombre de una ONG dirigida por un interesante personaje. Jauma Sanllorente es un periodista que tenía futuro en España, un buen trabajo, una hipoteca y su vida bien encaminada. Un viaje a la India la trastocó por completo y decidió dejarlo todo para tratar de sacar adelante un orfanato en Bombay en el que vivían 40 niños. Hoy en día son más de 5000 personas las que se benefician de su trabajo. Joven, de aspecto engañoso ya que su apariencia recordaba a la de un niño pijo con ciertos aires de grandeza, contó su historia sin escatimar detalles escabrosos. Fue emocionante y me hizo sentir muy pequeño. Destacó la valentía como fuente de felicidad, valentía para "romper los muros que nosotros mismos nos creamos". Bravo.

Clausuró el congreso su director E. Punset. Siempre con su aparente desorganización al hablar pero con las ideas tremendamente claras y sus frases siempre tajantes. "La felicidad es la ausencia de miedo" o "Cualquier tiempo pasado fue peor" son sus gritos de guerra. Destacó la importancia de mirar el futuro con optimismo así como en  la necesidad de enseñar a gestionar las emociones. Opina, algo en lo que estoy totalmente de acuerdo, que guardamos en nuestro subconsciente una información atesorada a lo largo de millones de años de evolución y, desde pequeños, nos han enseñado a esconderla y a reprimirla. La intuición sabe cosas que nuestra razón puede ignorar, ya es hora de aprender a utilizarla.

A lo largo del congreso se organizaron dos mesas redondas para debatir sobre distintos temas.
En una de ellas ocurrieron cosas interesantes. Jose María Iñigo la moderaba, entre otros intervenían Javier Sádaba (filósofo), Blanca Lopez Ibor (oncóloga pediatra) y Antonio Sanjosé (Periodista). Decir que un filósofo pueda tener cierto sentido pragmático parece un sinsentido pero Sádaba lo tiene. Fiel a su estilo ácido y mordaz hizo referencia a la necesidad de eludir sí o sí el "sufrimiento evitable", en otras palabras a no comerse el coco. Defendió el amor como máximo exponente de la felicidad aunque, eso sí, suficientemente acompañado de dinero y salud. Es un placer oirle, su agilidad mental y su sobrada capacidad intelectual logran asombrar. Blanca López Ibor, casi al final de la mesa redonda, nos relató lo acontecido con un paciente llamado Iker que contaba solo 9 años de edad. Su madre había viajado con él desde Mallorca para lograr que Blanca le examinara, lamentablemente su diagnóstico no fue mejor que el de otros colegas ya consultados y contó a su madre que no podía hacer nada por el niño. Al despedirse de ellos, se produjo un diálogo que no puedo sino transcribir literalmente:

Doctora: Iker, ¿Que es lo que quieres?
Iker: Panchitos y Coca Cola
Madre: Ya has desayunado panchitos y coca cola. ¿Que es lo que quieres hijo?
Iker: Panchitos y Coca Cola.
Madre: No Iker, tú lo que de verdad quieres es curarte.
Iker: No mamá, eso es lo que quieres tú. Yo quiero panchitos y Coca Cola

Da que pensar... pequeños detalles pueden desembocar en grandes momentos. Este fue uno de esos en los que tuve que usar mi parabrisas.

Antonio Sanjosé estuvo hábil, habló de la importancia de la gente corcho, aquellos que tiran de ti hacia arriba en cualquier situación en contra de la gente plomo, esos que tienen la capacidad de hundirte a los fondos abisales, de ellos hay que huir como de la peste. Gran metáfora y no le falta un ápice de razón.

No quiero terminar de repasar los momentos de estos dos días sin nombrar a Carlos Jean que fue el encargado de poner el 'final feliz' al congreso con un experimento musical que nos sació la sed y nos dejó con ganas de más. Un cierre original para un congreso realmente auténtico.

Mis conclusiones

Quien venga a este tipo de eventos con la intención de aprender a ser feliz o en busca de una receta mágica o milagrosa, que se olvide. Pero algo que sí puedes conseguir es vislumbrar el camino que tendrás que recorrer. Hemos escuchado testimonios dispares de gente muy distinta pero existen elementos comunes a todos ellos que, por este motivo, adquieren importancia. La felicidad es más intensa al dar que al recibir, nunca llega por sí sola, tienes que buscarla, es habitual encontrarla en los detalles. Pierde el miedo, estamos programados para ser felices, dejate llevar?

¿Lo tenéis claro no?

Puff, que largo me salió el post. ¿Cómo terminarlo? Ahhh ya sé:

- Hola Al, he encontrado la felicidad ¿Donde te la dejo?
- Déjala en la mesita, junto a las cosas de cada día. ¿Donde la encontraste?
- Estaba escondida... bajo los trapos sucios.

Hasta la próxima edición... sed felices