martes, 16 de julio de 2013

You, fool


Eres grande cabrón. Me atrapaste una tarde de Julio en una piscina manchega. Mis hormonas nadaban a estilo libre huyendo de una infancia ya anciana, a punto de cazar una adolescencia joven que aquel día era morena y llevaba un bikini rojo. De repente las risas y el chapoteo enmudecieron. El ruido de la rutina de Julio quedó tras una puerta imaginaria que alguien cerró tras de mí. Tan solo existía el tarareo que salía de los altavoces y que entraba en mi cerebro ‘Hitting like a hammer’ despeinando mis malas ideas. Salí del agua despacio, dejando delante a la morena, y atrás al mundo y a mí mismo. Entonces te tendí la mano, y tú me diste la vuelta.

De ahí a la tienda de discos (sí esa, la de la esquina, al lado la plaza, la que ahora es un todo a cien) donde, sin más datos que unas cuantas notas mojadas, supe encontrarte para  gastarme en tus canciones lo que no me bebí por los rincones. Y de la tienda de discos, te presentaste en el resto de mi vida.

Descubrí en aquel vinilo de mirada afilada que no caminabas solo. Ella siempre iba contigo dando forma a tu fondo, estirando las notas que parías hasta donde tu voz no alcanzaba. Supe también que os bautizasteis con el nombre que daba título a una canción de Dr. Feelgood, una canción con nombre de mujer.

Hoy, 25 años después, consigues que siga escupiendo infancia.

Siempre a tu manera, a base de mordiscos de esos que duelen pero no hacen daño (exceptuando el veneno de ‘Spending my time’, ‘Vulnerable’ o 'Perfect day'), dibujando una sonrisa de tres minutos que no llega nunca a carcajada (‘Fingertips’, ’Fireworks’ o ‘June afternoon’) , creando momentos que llenan mis  ojos sin llegar a vaciarlos (‘Late later on’, ’Queen of rain’ ,'Cinnamon street’) o haciendo que mis oídos quieran sangrar pero no lo hagan (‘I’ll be allright’, ‘Something happened today’).  Con ese look de aspirante a nada, siendo campeón de todo.  Ya sea con el abrigo de Marie o desnudo a solas con tu guitarra. Convenciéndome a golpe de canción de que Suecia no es una tienda de muebles, de que la vida es tan sencilla como tus estribillos y tan compleja como nuestras mentiras, que un silbido contra el suelo blanquea conciencias y que un tarareo colgado del techo de un oído abre puertas, bocas y muchas piernas.
Porque tu música motiva a quien la escucha para crecer, pasarlo bien, pasarlo mal o tocarse las pelotas a diez dedos. Porque tu música es el joker en mi mano, el balón en mis pies y la daga en mi frente. Aunque no haya partida que jugar, ni gol que marcar ni daño que sea mortal.


P.D: Asa, esa nota que le dejaste sobre el piano allá por el 91 (“Hej din tok, jag älskar dig”), nos la dejaste a todos. Porque no se puede decir algo así a un tipo al que le basta sudar sobre una partitura para crear un himno a la nada más plena, al todo más vacío, al amor a base de risas y sin peros. Lo dicho, un cabronazo que espero no me suelte nunca y que hará con su vejez, estoy seguro, magia.

 ¿Que qué decía la nota? Bueno, es simple. La nota lo decía TODO: “Hello you fool, I love you”



Hoy una historia y varias canciones cantadas con otra voz, algo más alejadas de su discográfica, algo más cercanas a la verdad, y a mí.

Sólo para los cuatro gatos que maullan por este rincón. Per Gessle, en estado puro

 
La primera Joyride: Esa que nació de un post it encima de un piano. C'mon join the joyride



La segunda: "Late, later on": Callad y escuchad



La tercera: “Spending my time”. Cuidado que muerde.

 

La cuarta: Looking for Jane (y a seguir rascando)



Y no hay quinta mala: "I'll be allright". Siempre.



jueves, 11 de julio de 2013

Una noche en blanco

Dicen que las noches en blanco presagian días negros. Dicen... Hoy me he rapado el sueño al cero, y esta noche soy, en estricto desorden:

La luz (50 watios)  que ilumina mi mundo.
Cortazar, con su  Rayuela y su capítulo 7.
El olor de la cena que tomaré mañana.
Una reunión sin ganas.
Groucho  riéndose de su mundo y yo del mío.
Las cosas que hice ayer.
Las cosas que no haré mañana.
Un paseo por youtube.
Un paseo por facebook.
Un paseo por la cama.
Un zumo de naranja.
Tú.
El mensaje que envío.
El mensaje que me callo.
Quique González como siempre, arañando verdades hasta que sangran.
Lo que se pierde en el tiempo, pero no en mi memoria.
El agua caliente sobre mi cabeza.
Lo que no puedo narrar (pero sí podéis imaginar, hacedlo a lo grande).
El silencio de la voz que necesito.
Un bostezo.
Mi legítima estupidez.
El autógrafo que hoy miente en mi cuello.
Tu autógrafo, en el de otros.
Los hielos que faltan.
Las horas que sobran.
El segundo que pedí hablar, el mundo que me llevará callar.
El perro de la vecina del séptimo.
Las fotografías que no quiero mirar.
La chulería de Bunbury.
Ganas, muchas.
Aquellos que compartieron mis Lunes.
Las tonterías que escribo.
El cielo de mi habitación, el infierno de la tuya.
Una  noche sin sueño, con sueños.
Matemáticas, fisíca y la puta química.
La adolescencia de hace unos minutos.
La madurez de dentro de unas horas.
El borracho que ahí fuera canta sus verdades al pecho de la luna.
El sobrio (todo se andará) que aquí dentro escribe mentiras a la espalda de la calle.
Los párrafos en los que cabe todo y todo cabe (punto y amarte).
Una copa, otra.
Lo que escribo sobre la mesa (mi cama) y leo desde la cama (mi suelo).
Ferreiro, cebo para mis oídos revueltos.
Chocolate.
El recuerdo de mañana.
Una carta de poker.
La envidia por los cuentos que me gustaría haber escrito.
Las historias tras esas ventanas encendidas que alguien, ójala, esté escribiendo.
Una bombilla fundida.
Una lengua mordida.
El cine sin ti.
Lo que se olvida pronto y se recuerda tarde.
El desperezo de un gato.
La botella sin agua, el vaso con hielo.
Chocolate, ¿he dicho ya chocolate?.
Los cinco kilómetros de ayer y los seis de mañana.
Dune.
El Retiro antes, el Retiro después, el Retiro, siempre.
De nuevo Cortázar, de nuevo su Rayuela y de nuevo ese capítulo 7.
La soledad de un semáforo.
Wagner.
Veranos largos y primaveras de un segundo (gracias Joaquin).
El click de un ratón.
Mi sombra dormida.
La manzana que me estoy comiendo.
Una cabellera rubia (bueno dos).
Las sonrisas perfectas y sí, lo mucho que asustan.
Un cigarro mal apagado, otro bien encendido.
Lo que estarás soñando ahora.
Un dado sobre el suelo.
El ‘ciudadano’ y su Rosebud.  Yo y los míos.
Un poema vivo clavado en un árbol muerto.
Ese garito, el sabor de su música y el sonido de sus besos.
El aire que no entra por la ventana.
La alfombra de folios llenos de tí (y eso que no tengo nada que decirte).
Mi película y sus errores de casting.
Mi cuarta vida, yo que pensaba que solo tenía una.
Mis malos textos y vuestra buena música.
Mi próximo viaje.
Mis puños cerrados porque algo bueno viene detrás.
Mis ojos abiertos a la madrugada, porque algo bueno tuvieron delante.
Estambul. La ciudad que, como algunas películas, algunos libros y algunas espaldas, nunca se acaba.
La luz (50 watios) que ya no ilumina mi mundo.
El  despertador que resucita las calles.
El día que acaba antes de haber empezado.
El sueño que entra cuando yo salgo.

Y una vida que cabe en una sola noche, eso sí, en estricto desorden





Per Gessle: "I have a party in my head"

lunes, 8 de julio de 2013

Límites


No es fácil en mi entorno laboral actual mantener una conversación con cierta sutileza. Aun más, ni siquiera es posible pretender que futuros colegas de profesión digan lo que realmente se supone que quieren decir.  El otro día uno de ellos al responder cuales eran las herramientas más utilizadas en el mundo de las nuevas empresas emergentes dijo: "La vida cotidiana se compone de las acciones derivadas de la evolución del algoritmo Hashlife de Conway's". Y yo, para evitar problemas, no tuve más que considerar la respuesta como brillante y acertada. No obstante al momento de despedirme deploré, sinceramente apenado, que la cotidianidad de mi joven colega fuera tan, pero tan...




Work hard, play hard, feel hard.
Esta es mi cotidianidad
Tierra Santa: "La canción del pirata". Yo ho!

lunes, 1 de julio de 2013

Soy leyenda



Y sé ahora: cuando mi nombre se conjuga en pasado (perfecto), cuando mi novela es más triste en persona, cuando mis fotos dicen más que mi lengua, mis labios callan lo que otros cantan y mis ojos sudan la rabia que oxida mis puños, que nací a los veintidos en la esquina derecha y con calzón blanco en el campo de una batalla ganada por un frío golpe del destino que duró un segundo y llameó toda una vida, inventándola de nuevo para no apagarse más.
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Foto de Cassius Clay convertido en Muhammed Ali, tras vencer a Sonny Liston por KO en 1965
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Paul Simon: 'The boxer'