viernes, 13 de septiembre de 2013

Taxi



Levanto una mano y se detiene, doy una orden y se mueve. Entonces deja de hacerse mi voluntad y me pongo a merced de la suya. Para el pasajero, los taxistas de ciudad no son otra cosa que cuellos locos, gruesos o delgados, arropados o desnudos, pero cuellos locos al fin y al cabo. Si tengo suerte, aumentará el volumen de la música y permanecerá atento a los semáforos mientras tararea una canción que habrá oído mil veces y no habrá escuchado ninguna. Si no la tengo, cargará el arma ajustando el espejo retrovisor, centrará el tiro bajando el volumen de la radio y disparará al centro de mi mundo con un "Hace buena noche ¿eh?". Supongo que la suerte viaja hoy en metro. Me hundo en el asiento, me desato el nudo de la corbata y enciendo el portátil. Bajo el correo y subo un escudo imaginario. Aquel cuello sigue disparando naderías a quemarropa. Entro en mi blog, pulso sobre 'nueva entrada' y comienzo a escribir el principio de otro post sin final. Entre líneas miro por la ventanilla las calles casi desiertas de una ciudad que no es la mía. Tengo hambre de todo y ganas de nada. Fuera silban los semáforos y dentro, las balas que me atraviesan como si no existiese. Perderse entre balas tiene peligro. Aquel cuello loco gira entonces a la derecha y con su boca aun humeante dispara una frase que se mete en mi cabeza para no salir, una bala certera que me alcanza de lleno y me saca de mi vacío, una frase a la que vuelvo como quién vuelve en busca del bache origen de un tropezón:

"...todo sucede un poco antes de suceder...".

Por eso sé que en realidad ya me he despedido del cuello loco, ya he mirado el cielo al salir del taxi, ya he entrado solo en ese bar con sabor a jazz del que más tarde he salido contigo, ya te he contado que todo iba bien,  ya he llegado a la habitación de mi hotel en el centro de una ciudad que ya he hecho mía, y ya he terminado de escribir un post que empieza en un taxi y acaba en una canción que ya es tuya.

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"And forget all about the pressure of days"


jueves, 12 de septiembre de 2013

Picaduras de verano



Te encontré como si te hubiese venido a buscar, te bebí como si me fuera a ahogar, te sudé como si me fuera a abrasar, te rapté como si quisieras escapar, te gané como si quisiera jugar. Y cuando el sol oscurecía tus miedos y descubría mis mentiras, me dejaste vivir... como si fuera a regresar.

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Corría sin mirar atrás, porque nada tenía delante.

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Las toallas son las tiritas que curan las heridas que tu lengua no alcanza a lamer.

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No es descubrir un lugar donde poder perderse, sino encontrar aquel en el que uno deje de buscarse.

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Cualquiera con dos tropezones en la vida, algún rasguño en el pasado o algún que otro invierno en Agosto habrá aprendido a dejarse llevar por esta marea. Así que deja el teléfono a un lado, siéntate, báñate en mis ojos y viviremos... para no contarlo.

Y que se joda el viento


domingo, 8 de septiembre de 2013

En su tinta



Con todo lo que se dejó en el tintero escribió la historia con la que yo llené el mío.

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Colocamos el  modo verano en off y abrimos nueva temporada de malos textos y buenas canciones
"Dicen los más viejos del bar....". Grande el Salmón Calamaro.

viernes, 2 de agosto de 2013

Contra el tiempo


Dejé el móvil de lado y me topé con ella de frente. La busqué solo una vez y me encontró muchas, tantas como lo he necesitado: en la terraza de un bar en mañanas con olor a resaca dulce y café amargo,  en la cuarta fila sección ventana de un autobús rumbo a ninguna parte, en las vidas lejanas de amigos cercanos, en la soledad de un metro en hora punta o entre la multitud de mis noches a solas.

Corro contra el tiempo. Lo mismo que haces tú al sentarte a mi lado, me dijo cuando perdí mi poca  vergüenza y encontré algo de valor. Porque el tiempo, si te atrapa, se convierte en un fiel enemigo, en la silla que electrocuta al condenado, en el mar que rodea al ahogado, en la soga alrededor del cuello del ahorcado.

Ahora lo sé. Ha tenido que explicármelo dieciséis veces, he tardado en entenderlo dieciséis copas. Tras cada una de ellas un suspiro de alivio que duraba eso, lo que dura un suspiro. Y una inexplicable sensación de inquietud mordía entonces mi rutina, tan parecida a la tuya y a la de cualquiera. Ella hace que tenga ganas de más.

Me habló de una madre sin nombre, del Flaco y los golpes que no daba, de aquel día de pesca en el que, en efecto, nos pescaron, de una vida bebida a tragos cortos, breves e intensos, transparentes como el ruido blanco (o negro) que duerme bajo los sonidos de una ciudad, un barrio, una casa, una familia o dos ojos.

El ruido del tiempo es un caballo a galope entre la realidad y la ficción, es la calma en el avión que atraviesa una tormenta, la inquietud de una calle desierta en plena noche, la enfermedad que te da la espalda hasta que la miras a la cara.

Leer Contra el Tiempo es sentarte delante de un espejo a esperar que estalle, es nadar contra corriente, es jugar con fuego, es el miedo a la puerta abierta de la (tu) jaula y Ana María Shua es un fenómeno de circo de tres pistas por el que no pasan los años y que es capaz de mostrar con sus historias las piruetas y saltos mortales que no podemos ver en nuestras vidas. Pero que están ahí, vaya que si están.


martes, 16 de julio de 2013

You, fool


Eres grande cabrón. Me atrapaste una tarde de Julio en una piscina manchega. Mis hormonas nadaban a estilo libre huyendo de una infancia ya anciana, a punto de cazar una adolescencia joven que aquel día era morena y llevaba un bikini rojo. De repente las risas y el chapoteo enmudecieron. El ruido de la rutina de Julio quedó tras una puerta imaginaria que alguien cerró tras de mí. Tan solo existía el tarareo que salía de los altavoces y que entraba en mi cerebro ‘Hitting like a hammer’ despeinando mis malas ideas. Salí del agua despacio, dejando delante a la morena, y atrás al mundo y a mí mismo. Entonces te tendí la mano, y tú me diste la vuelta.

De ahí a la tienda de discos (sí esa, la de la esquina, al lado la plaza, la que ahora es un todo a cien) donde, sin más datos que unas cuantas notas mojadas, supe encontrarte para  gastarme en tus canciones lo que no me bebí por los rincones. Y de la tienda de discos, te presentaste en el resto de mi vida.

Descubrí en aquel vinilo de mirada afilada que no caminabas solo. Ella siempre iba contigo dando forma a tu fondo, estirando las notas que parías hasta donde tu voz no alcanzaba. Supe también que os bautizasteis con el nombre que daba título a una canción de Dr. Feelgood, una canción con nombre de mujer.

Hoy, 25 años después, consigues que siga escupiendo infancia.

Siempre a tu manera, a base de mordiscos de esos que duelen pero no hacen daño (exceptuando el veneno de ‘Spending my time’, ‘Vulnerable’ o 'Perfect day'), dibujando una sonrisa de tres minutos que no llega nunca a carcajada (‘Fingertips’, ’Fireworks’ o ‘June afternoon’) , creando momentos que llenan mis  ojos sin llegar a vaciarlos (‘Late later on’, ’Queen of rain’ ,'Cinnamon street’) o haciendo que mis oídos quieran sangrar pero no lo hagan (‘I’ll be allright’, ‘Something happened today’).  Con ese look de aspirante a nada, siendo campeón de todo.  Ya sea con el abrigo de Marie o desnudo a solas con tu guitarra. Convenciéndome a golpe de canción de que Suecia no es una tienda de muebles, de que la vida es tan sencilla como tus estribillos y tan compleja como nuestras mentiras, que un silbido contra el suelo blanquea conciencias y que un tarareo colgado del techo de un oído abre puertas, bocas y muchas piernas.
Porque tu música motiva a quien la escucha para crecer, pasarlo bien, pasarlo mal o tocarse las pelotas a diez dedos. Porque tu música es el joker en mi mano, el balón en mis pies y la daga en mi frente. Aunque no haya partida que jugar, ni gol que marcar ni daño que sea mortal.


P.D: Asa, esa nota que le dejaste sobre el piano allá por el 91 (“Hej din tok, jag älskar dig”), nos la dejaste a todos. Porque no se puede decir algo así a un tipo al que le basta sudar sobre una partitura para crear un himno a la nada más plena, al todo más vacío, al amor a base de risas y sin peros. Lo dicho, un cabronazo que espero no me suelte nunca y que hará con su vejez, estoy seguro, magia.

 ¿Que qué decía la nota? Bueno, es simple. La nota lo decía TODO: “Hello you fool, I love you”



Hoy una historia y varias canciones cantadas con otra voz, algo más alejadas de su discográfica, algo más cercanas a la verdad, y a mí.

Sólo para los cuatro gatos que maullan por este rincón. Per Gessle, en estado puro

 
La primera Joyride: Esa que nació de un post it encima de un piano. C'mon join the joyride



La segunda: "Late, later on": Callad y escuchad



La tercera: “Spending my time”. Cuidado que muerde.

 

La cuarta: Looking for Jane (y a seguir rascando)



Y no hay quinta mala: "I'll be allright". Siempre.



jueves, 11 de julio de 2013

Una noche en blanco

Dicen que las noches en blanco presagian días negros. Dicen... Hoy me he rapado el sueño al cero, y esta noche soy, en estricto desorden:

La luz (50 watios)  que ilumina mi mundo.
Cortazar, con su  Rayuela y su capítulo 7.
El olor de la cena que tomaré mañana.
Una reunión sin ganas.
Groucho  riéndose de su mundo y yo del mío.
Las cosas que hice ayer.
Las cosas que no haré mañana.
Un paseo por youtube.
Un paseo por facebook.
Un paseo por la cama.
Un zumo de naranja.
Tú.
El mensaje que envío.
El mensaje que me callo.
Quique González como siempre, arañando verdades hasta que sangran.
Lo que se pierde en el tiempo, pero no en mi memoria.
El agua caliente sobre mi cabeza.
Lo que no puedo narrar (pero sí podéis imaginar, hacedlo a lo grande).
El silencio de la voz que necesito.
Un bostezo.
Mi legítima estupidez.
El autógrafo que hoy miente en mi cuello.
Tu autógrafo, en el de otros.
Los hielos que faltan.
Las horas que sobran.
El segundo que pedí hablar, el mundo que me llevará callar.
El perro de la vecina del séptimo.
Las fotografías que no quiero mirar.
La chulería de Bunbury.
Ganas, muchas.
Aquellos que compartieron mis Lunes.
Las tonterías que escribo.
El cielo de mi habitación, el infierno de la tuya.
Una  noche sin sueño, con sueños.
Matemáticas, fisíca y la puta química.
La adolescencia de hace unos minutos.
La madurez de dentro de unas horas.
El borracho que ahí fuera canta sus verdades al pecho de la luna.
El sobrio (todo se andará) que aquí dentro escribe mentiras a la espalda de la calle.
Los párrafos en los que cabe todo y todo cabe (punto y amarte).
Una copa, otra.
Lo que escribo sobre la mesa (mi cama) y leo desde la cama (mi suelo).
Ferreiro, cebo para mis oídos revueltos.
Chocolate.
El recuerdo de mañana.
Una carta de poker.
La envidia por los cuentos que me gustaría haber escrito.
Las historias tras esas ventanas encendidas que alguien, ójala, esté escribiendo.
Una bombilla fundida.
Una lengua mordida.
El cine sin ti.
Lo que se olvida pronto y se recuerda tarde.
El desperezo de un gato.
La botella sin agua, el vaso con hielo.
Chocolate, ¿he dicho ya chocolate?.
Los cinco kilómetros de ayer y los seis de mañana.
Dune.
El Retiro antes, el Retiro después, el Retiro, siempre.
De nuevo Cortázar, de nuevo su Rayuela y de nuevo ese capítulo 7.
La soledad de un semáforo.
Wagner.
Veranos largos y primaveras de un segundo (gracias Joaquin).
El click de un ratón.
Mi sombra dormida.
La manzana que me estoy comiendo.
Una cabellera rubia (bueno dos).
Las sonrisas perfectas y sí, lo mucho que asustan.
Un cigarro mal apagado, otro bien encendido.
Lo que estarás soñando ahora.
Un dado sobre el suelo.
El ‘ciudadano’ y su Rosebud.  Yo y los míos.
Un poema vivo clavado en un árbol muerto.
Ese garito, el sabor de su música y el sonido de sus besos.
El aire que no entra por la ventana.
La alfombra de folios llenos de tí (y eso que no tengo nada que decirte).
Mi película y sus errores de casting.
Mi cuarta vida, yo que pensaba que solo tenía una.
Mis malos textos y vuestra buena música.
Mi próximo viaje.
Mis puños cerrados porque algo bueno viene detrás.
Mis ojos abiertos a la madrugada, porque algo bueno tuvieron delante.
Estambul. La ciudad que, como algunas películas, algunos libros y algunas espaldas, nunca se acaba.
La luz (50 watios) que ya no ilumina mi mundo.
El  despertador que resucita las calles.
El día que acaba antes de haber empezado.
El sueño que entra cuando yo salgo.

Y una vida que cabe en una sola noche, eso sí, en estricto desorden





Per Gessle: "I have a party in my head"

lunes, 8 de julio de 2013

Límites


No es fácil en mi entorno laboral actual mantener una conversación con cierta sutileza. Aun más, ni siquiera es posible pretender que futuros colegas de profesión digan lo que realmente se supone que quieren decir.  El otro día uno de ellos al responder cuales eran las herramientas más utilizadas en el mundo de las nuevas empresas emergentes dijo: "La vida cotidiana se compone de las acciones derivadas de la evolución del algoritmo Hashlife de Conway's". Y yo, para evitar problemas, no tuve más que considerar la respuesta como brillante y acertada. No obstante al momento de despedirme deploré, sinceramente apenado, que la cotidianidad de mi joven colega fuera tan, pero tan...




Work hard, play hard, feel hard.
Esta es mi cotidianidad
Tierra Santa: "La canción del pirata". Yo ho!

lunes, 1 de julio de 2013

Soy leyenda



Y sé ahora: cuando mi nombre se conjuga en pasado (perfecto), cuando mi novela es más triste en persona, cuando mis fotos dicen más que mi lengua, mis labios callan lo que otros cantan y mis ojos sudan la rabia que oxida mis puños, que nací a los veintidos en la esquina derecha y con calzón blanco en el campo de una batalla ganada por un frío golpe del destino que duró un segundo y llameó toda una vida, inventándola de nuevo para no apagarse más.
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Foto de Cassius Clay convertido en Muhammed Ali, tras vencer a Sonny Liston por KO en 1965
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Paul Simon: 'The boxer'

martes, 25 de junio de 2013

Si pudiese hablar




Desde la silla protestaba reclamando atención, pero solo lograba emitir un balbuceo incoherente mientras agitaba sus frágiles brazos. Le hubiese gustado poder hablar para agradecer a todos sus atenciones. Les hubiese dicho que agradecía las canciones que le sumían en una dulce siesta, la paciencia con la que le daban de comer esos purés y potitos de colores, y los tres o cuatro pañales que le ponían cada día para evitar aquellas rozaduras tan molestas. Les hubiese contado  que toleraba el baño diario, si bien no lo apreciaba, que le encantaban los paseos a pleno sol por el jardín, la música que sonaba sin pausa en casa y los juguetes que le traían para mantenerle entretenido. Les hubiese dicho que le gustaban los besos, los abrazos y los arrumacos que le prodigaban y, sobre todo,  les confesaría que les quería y que su gran deseo era volver a ser un bebé, y no solo parecerlo.


Neil Young: "Old man"

sábado, 4 de mayo de 2013

Perdemos el tiempo



Sé que vienes porque una hora antes los relojes de mi casa se detienen. Cuando llegas, el tiempo se pierde por los rincones, por todos. Se nos caen dos minutos bajo el marco de la puerta, junto a tu abrigo y al miedo que ya no tienes. Sudamos diez en la pared del recibidor. En la mesa del salón nos cenamos en treinta lo que en la cocina calentamos en quince. Nos bebemos sesenta con hielo y vomitamos cuarenta con fuego quemándonos las risas. Los platos que rompemos se llevan otros cincuenta, los mismos que los vasos que vaciamos. Nos cantamos treinta bajo una lluvia para dos que es en realidad eterna. Contamos los veinte de una partida que nunca ganamos. Destrozamos en quince los periódicos de mañana, esos en los que somos portada. Treinta más se lleva la película que no vemos y que protagonizamos. Y no sabría decir cuantos arrojamos con rabia sobre los charcos de dos putas vidas que no acaban de secarse.

Y luego están tus ojos cerrados...ni te imaginas cuantos me roban tus malditos ojos cerrados.

Sé que te vas porque una hora antes los relojes de mi casa vuelven a funcionar. Es entonces cuando me convierto en Harold Lloyd colgado de aquel reloj, pensando que no hay mejor tiempo que aquel que sabe perderse, que nadie pierde el mío como lo haces tú y que ya no tenemos ni un minuto que desperdiciar pero sí un día que recuperar.

Y que sigo sin saber decirte que no me gusta ese tic tac, que quiero que mates mi tiempo sin compasión y que quiero que te quedes, como dice la canción, hasta el día que lluevan pianos.




Déjate llevar por la marea...

sábado, 27 de abril de 2013

Bad luck




Cuando se sentó en su esquina de cielo, se le vino el suelo encima.




Los Secretos y su eterna amiga Mala Suerte

jueves, 25 de abril de 2013

Parchís



Recuerdo el curso del 84 como se recuerdan los goles en el último minuto.Yo fui la ficha roja, ella la amarilla. Mi vida transcurría con un balón pegado al pie, unos cuantos cromos a las manos, y un par de 'me gustas' en su libro de matemáticas. La suya con una goma en los tobillos, muelles en los zapatos y alguna nota furtiva en mi pupitre. Fue una tarde de finales de Junio cuando, al bajar de aquel escenario mecidos por el eco de unos aplausos que aun quemaban manos, tiré los dados y, al fin, me la comí. Dicen los que lo vieron que cerró los ojos. Ella se fue a casa y yo terminé el curso contando una sonrisa y lo comencé derramando veinte lágrimas que, no me preguntéis cómo, cayeron sobre otro tablero, en otra partida, y con otras fichas. Y ella se perdió dentro de aquel verano, o en mis sueños, o en esta canción, o en un microrrelato cualquiera: convertida en un déjà vu constante. Y yo, en niño de nuevo.
 
Ja!


martes, 23 de abril de 2013

Culpa


El reflejo intacto en el espejo bajo la tenue luz del baño le enfurece. Eso, y no el portazo de hace un rato, ni la botella vacía, ni la llamada sin respuesta, ni ese futuro imposible. Ni siquiera el impacto de su puño contra el cristal, ni su mano ilesa, ni su rostro ensangrentado.





sábado, 20 de abril de 2013

martes, 16 de abril de 2013

El primero que ría




Esto va en serio, y lo saben. Uno a cada lado de la mesa. Se guardan la risa en los bolsillos y comienzan a jugar. El primer plato llega humeante, lo devoran sin apartar la vista el uno del otro. La presión es asfixiante y ambos están a punto de ceder, no lo hacen. Duelo de miradas a la luz de las velas, manos entrelazadas, lluvia de vino y truenos de cristal. El segundo no decepciona, lo saborean y se sienten más seguros de su victoria. Una botella vacía preside un silencio cómodo e interesado. Deciden no pedir más. El aroma a café parece recordarles tiempos pasados, lo toman solo y sin azucar. Su gesto sigue imperturbable y sus miradas ya no pesan. Ella saca un bolígrafo del bolso y escribe algo en una servilleta, sin dejar de mirarle. Él lee y, a su vez, responde sobre otra.

- "El primero que ría, gana".

- "Tarde".

Como cada domingo desde que tengo memoria, él pone el abrigo sobre sus hombros y ella coge su brazo. Les abro la puerta y abandonan el local mirándose aunque, algo me dice, que ya  sin verse.







viernes, 29 de marzo de 2013

Suban








Suban, no lo duden. Les recuerdo que este tren tiene asientos reservados:


Para los que no saben lo que es la vida pero no se cansan de tratar de averiguarlo. Sabios.

Para los que buscan, frente a los que dicen haber encontrado.

Para los que se ríen de sí mismos, y de los demás. Y de todo lo demás

Para los que se sientan en el suelo.

Para los que inventan historias y para aquellos que las leen.

Para los que andan porque no pueden correr, y para los que corren porque no saben andar.

Para los que se bañan en dudas y, sin darse cuenta, salpican respuestas.

Para los que prefieren llevar los zapatos en la mano.

Para los que juegan sin mangas.

Para los que persiguen mil sueños (abstenerse los que vayan detrás de uno solo)

Para los que saben que el Louvre no es solo la Gioconda, ni Casablanca únicamente un buen final.

Para los que se dejan conocer, para no parar luego de sorprender.

Para los que ponen banda sonora a mi vida, y a la tuya, y a la suya.

Para los que no suponen.

Para los que comen mierda y saben cagar flores.

Para los que vivieron  España y su 36, París y su 68 o mi vida y su 2012

Para los que creen que el mundo sí es suficiente.

Para las naranjas enteras.

Para los que otorgan sin callar.

Para los que  aun tiemblan al oir nombrar a Isabeau, a Willow o a Buttercup.

Para los billetes de ida, sólo de ida.

Para los que arriesgan sin evidencias, (o con ellas que cojones!!).

Para los que reconocen la verdad ajena y temen la mentira propia.

Para los payasos de circo, el resto del gremio que espere fuera.

Para las hojas en blanco.

Para los que quieren quedarse y para los que saben irse.

Para los goles en el primer minuto, de penalty justo.

Para los que sujetan la puerta en el metro.

Para los que sólo necesitan un punto de apoyo porque el resto corre de su cuenta.

Para los que no atienden a razones, a razones a secas.

Para las balas encontradas.

Para los que salen de día y vuelven de noche y para los que salen de noche y vuelven de día.

Para los que se caen y para los que se levantan, te levantan, o levantas

Para sus pantalones vaqueros y tu vestido blanco.

Para la madre que te parió, porque no pudo ni imaginarte.

Para los que no matarían por nada... pero vivirían por todo.

Para las noches sin luna, los días sin sol, el café sin azúcar y la coca cola light. Tranquilos, algo podremos hacer.

Para aquellos que piensan "hoy es Sábado" y no "mañana es Domingo".

Para los que creen que 1+1 no son siempre 2

Para las sonrisas entre comillas, esas sonrisas.

Para los que ríen en grupo y lloran a solas.

Para los que prefieren arrepentirse como único camino para no tener que hacerlo.

Para los que aun creen que terminará atrapándole... beep beep.

Para los conciertos pero sobre todo, para los desconciertos.

Para los que no guardan la ropa.

Para los días perfectos. Para esos días sí, y para sus siete noches.

Para los andenes repletos de maletas... sin gente.

Para los que no usan reloj y para aquellos que hacen que te olvides de él.



Pónganse cómodos, les recuerdo que el viaje dura unos 80 años. Les recomiendo que vayan sacando la cabeza por la ventanilla y rían como nunca lo han hecho, pues en breve pasaremos por el primer cambio de agujas de nuestro trayecto. Uno de tantos que ignoraremos.

Disfruten.

 





























martes, 19 de marzo de 2013

Inocencia




Antes de que llegaran sus padres dibujó el sol en la ventana de su habitación para que no se hiciera de noche... nunca más.










martes, 12 de marzo de 2013

Nadie


Sé que violo las normas de la cárcel y que me arriesgo a una sanción si me descubrieran, aun así cada noche me siento junto a la puerta de su celda y le observo. Disfruto del silencio quebrado tan solo por el susurro de sus pensamientos y por el rasgar de una pluma sobre el papel que le ofrezco.
Hoy le he traído una pequeña vela, la ha prendido con el brazo sano y ha leído en voz baja.
He vuelto a casa apestando a libertad, aquella por cuya ausencia velo y con cuya presencia sueño.
Pero no me hagan mucho caso, ya les he dicho que no soy nadie y nada de mí dirá la historia.





"¿qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?"



viernes, 1 de marzo de 2013

Sin destino




Caminó hasta el fín de la tierra. Una vez allí, sentado al borde del abismo, comenzó a ver el mar con otros ojos.

 






martes, 12 de febrero de 2013

Eco


Era el día señalado. Del armario sacó un traje de orgullo, aquel con el que un día se comió el mundo. En el perchero ahorcó la angustia que la atenazaba. Abrió el grifo y dejó correr el agua mientras dejaba que su frustración se diluyera en ella. En el primer cajón del mueble que aun quedaba en el salón encerró el cansancio, ese que los turnos dobles habían convertido en su sombra. Escondió debajo de la cama su impotencia, ahogó la tristeza en un par de copas de vino, abrazó a su pequeña que la observaba preocupada desde un rincón de la cocina y, por fin, cerró la última maleta. Estaba preparada.

Se acercó a la ventana, subió la persiana y la luz fue tan intensa que ni sus ojos pudieron soportarla.

- Te lo dije mamá, no se puede guardar un secreto en una casa con tanto eco.








(Ya está bien)




lunes, 11 de febrero de 2013

Licantropía


Estimado vecino:

Queremos informarle que estamos al corriente de su especial condición. Deseamos asímismo felicitarle por lo bien que ha logrado integrarse en esta comunidad en particular y en la vida del barrio en general. Como habrá podido observar está conviviendo con gente tolerante y cordial que no tendrá reparo alguno en ayudarle en todo aquello que necesite o crea conveniente solicitar.
No es nuestra intención inmiscuirnos en modo alguno en sus costumbres y, por supuesto, en las motivaciones que le hacen abandonar su vivienda a horas tan intempestivas en noches de luna llena. Insisto en que no sabemos, ni queremos saber, lo que hace o deja de hacer en tales salidas.
No obstante y, en aras de una feliz convivencia, me veo en la obligación de rogarle que si sigue utilizando el canalón de la fachada sur para salir del edificio y atraviesa por lo tanto los jardines comunitarios, utilice las bolsas para las cacas que el ayuntamiento, en respuesta a la solicitud cursada por esta comunidad, ha tenido a bien colocar junto a las papeleras.

Sin otro particular, le saluda cordialmente

Silvano Verdejo Balagueró

Presidente de la comunidad.


Precipicios



'Algunos sirven para vivir, otros para dejar de hacerlo', solía decir. Hoy fui a visitarla, llamé a la puerta y nadie contestó. Habrá salido.

domingo, 10 de febrero de 2013

Equidistancia



Creédme si os digo que sabe lo que quiere.
Él es así, seguro y decidido. Reparte al hablar 'siempres' y 'nuncas' con asombrosa firmeza. Su filosofía rebosa verdades y mentiras absolutas. Hace de su causa bandera y reino, posee una voluntad de hierro y es perfeccionista hasta rozar lo enfermizo. Sí que lo sabe, le conozco bien. En numerosas ocasiones lo ha tenido tan cerca que ha podido tocarlo con la punta de los dedos, un error de cálculo que se promete a sí mismo no volver a cometer.

Mirad, ahí está, todo honor y dignidad, con la vista al frente y el paso firme... huyendo de todo aquello que persigue.

viernes, 25 de enero de 2013

Música





Apuraba en un restaurante el café de después de comer cuando percibí un sonido procedente de la mesa vecina en la que un niño y su padre habían dado buena cuenta de un par de platos combinados y sendos refrescos. En uno de esos mágicos momentos de silencio global espontáneo y acusando el exceso de gas, el crío regaló a la asistencia un eructo de considerables proporciones que bien podría haber sido el primero de su vida dada la expresión de asombro que se le dibujó en la cara. El padre, sorprendido por la novedosa forma en la que su hijo había interrumpido su monólogo, pidió la cuenta y abandonó el local de forma apresurada sin decir una palabra y caminando, supongo, por la frontera que delimita el enfado con la risa. 

Yo, por mi parte, pedí la copa de después del café y, mientras la degustaba y sonreía por el espectáculo,  caí en la cuenta de que nunca, de forma voluntaria, había eructado. Durante mi niñez lo había intentado de mil maneras, pero no hubo forma. No era una cuestión de educación ni mucho menos, sino más bien una imposibilidad física. Cuando notaba algo de aire en el estómago y trataba de expulsarlo me resultaba imposible hacerlo contra la ley de la gravedad, como si mi tracto digestivo fuera de una sola dirección. Fue una etapa frustrante aunque no por ello improductiva. Recordé que un amigo de la infancia podía recitar el abecedario y llegar hasta la letra ‘P’ eructando, lo consideré entonces una habilidad prodigiosa, digna de elogio y merecedora de reconocimiento social.

Comprendí  entonces  que había asistido a un momento crucial en la infancia de ese niño y tuve la certeza de que no dejaría de eructar en los próximos 3 o 4 años. Si todo sigue los cauces normales, pronto aprenderá a hacer gárgaras con la bebida, a tocar los pajaritos con las axilas (en mis tiempos se llamaban sobacos) y a seguir el ritmo del tamborilero expulsando aire por el recto. 

Esta etapa será dura para sus padres que irremediablemente darán por desahuciado al niño hasta que  un día, como por arte de magia, el crío aprenderá a silbar y a chasquear los dedos. Al principio lo hará a horas determinadas, normalmente al salir de la ducha, pero con el paso del tiempo silbará y chasqueará a la menor ocasión que tenga, debido creo yo, a la fascinación que supone seguir descubriendo que su cuerpo es pura música y que la infancia no es más que una continua clase de solfeo que no acabará nunca.

Muy raro todo.

martes, 22 de enero de 2013

Sueño












  

Despertarme a su lado, ducharme con su mirada clavada en la espalda, afeitarme mientras su sonrisa espía desde el otro lado del  espejo, vestirme sin dejar de mirarla, acercarme a la cama, retirar la sábana que ya apenas la cubre, perderme en su pelo y susurrarle al oído:

- Vamos niña, levanta y deja de soñar despierta. Si no lo haces llegarás tarde, y yo también.

Advertir como su sonrisa se acentúa mientras sus manos dibujan mi rostro y las mías el suyo. Respirar su aliento y escuchar como entonces, sus labios, me silban un secreto: 

-  El que sueña cariño, eres tú.

Un despertador. Y de nuevo ducharme, afeitarme, vestirme.