viernes, 2 de agosto de 2013

Contra el tiempo


Dejé el móvil de lado y me topé con ella de frente. La busqué solo una vez y me encontró muchas, tantas como lo he necesitado: en la terraza de un bar en mañanas con olor a resaca dulce y café amargo,  en la cuarta fila sección ventana de un autobús rumbo a ninguna parte, en las vidas lejanas de amigos cercanos, en la soledad de un metro en hora punta o entre la multitud de mis noches a solas.

Corro contra el tiempo. Lo mismo que haces tú al sentarte a mi lado, me dijo cuando perdí mi poca  vergüenza y encontré algo de valor. Porque el tiempo, si te atrapa, se convierte en un fiel enemigo, en la silla que electrocuta al condenado, en el mar que rodea al ahogado, en la soga alrededor del cuello del ahorcado.

Ahora lo sé. Ha tenido que explicármelo dieciséis veces, he tardado en entenderlo dieciséis copas. Tras cada una de ellas un suspiro de alivio que duraba eso, lo que dura un suspiro. Y una inexplicable sensación de inquietud mordía entonces mi rutina, tan parecida a la tuya y a la de cualquiera. Ella hace que tenga ganas de más.

Me habló de una madre sin nombre, del Flaco y los golpes que no daba, de aquel día de pesca en el que, en efecto, nos pescaron, de una vida bebida a tragos cortos, breves e intensos, transparentes como el ruido blanco (o negro) que duerme bajo los sonidos de una ciudad, un barrio, una casa, una familia o dos ojos.

El ruido del tiempo es un caballo a galope entre la realidad y la ficción, es la calma en el avión que atraviesa una tormenta, la inquietud de una calle desierta en plena noche, la enfermedad que te da la espalda hasta que la miras a la cara.

Leer Contra el Tiempo es sentarte delante de un espejo a esperar que estalle, es nadar contra corriente, es jugar con fuego, es el miedo a la puerta abierta de la (tu) jaula y Ana María Shua es un fenómeno de circo de tres pistas por el que no pasan los años y que es capaz de mostrar con sus historias las piruetas y saltos mortales que no podemos ver en nuestras vidas. Pero que están ahí, vaya que si están.


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