sábado, 4 de mayo de 2013

Perdemos el tiempo



Sé que vienes porque una hora antes los relojes de mi casa se detienen. Cuando llegas, el tiempo se pierde por los rincones, por todos. Se nos caen dos minutos bajo el marco de la puerta, junto a tu abrigo y al miedo que ya no tienes. Sudamos diez en la pared del recibidor. En la mesa del salón nos cenamos en treinta lo que en la cocina calentamos en quince. Nos bebemos sesenta con hielo y vomitamos cuarenta con fuego quemándonos las risas. Los platos que rompemos se llevan otros cincuenta, los mismos que los vasos que vaciamos. Nos cantamos treinta bajo una lluvia para dos que es en realidad eterna. Contamos los veinte de una partida que nunca ganamos. Destrozamos en quince los periódicos de mañana, esos en los que somos portada. Treinta más se lleva la película que no vemos y que protagonizamos. Y no sabría decir cuantos arrojamos con rabia sobre los charcos de dos putas vidas que no acaban de secarse.

Y luego están tus ojos cerrados...ni te imaginas cuantos me roban tus malditos ojos cerrados.

Sé que te vas porque una hora antes los relojes de mi casa vuelven a funcionar. Es entonces cuando me convierto en Harold Lloyd colgado de aquel reloj, pensando que no hay mejor tiempo que aquel que sabe perderse, que nadie pierde el mío como lo haces tú y que ya no tenemos ni un minuto que desperdiciar pero sí un día que recuperar.

Y que sigo sin saber decirte que no me gusta ese tic tac, que quiero que mates mi tiempo sin compasión y que quiero que te quedes, como dice la canción, hasta el día que lluevan pianos.




Déjate llevar por la marea...