miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿Tener inteligencia o ser inteligente?

Nos han educado pensando que el coeficiente intelectual constituye un muro infranqueable en nuestras aspiraciones, una especie de 'miopía cerebral' ante la cual no hay corrección posible, la graduación se determinaba en función de unos "test de aptitud" que, desde nuestra infancia, deciden  nuestro futuro académico, profesional e incluso personal: tú a ciencias, tú a letras, tú a casa...Injusto, cruel y muy alejado de la realidad.

¿Por qué personas de notable inteligencia no logran la plenitud en sus carreras profesionales o en sus relaciones personales mientras que otras con menos recursos intelectuales sí lo hacen? ¿Qué es lo que falla?
No somos tontos, pero de verdad que lo parecemos.
Añadamos una pizca de emoción al asunto... a ver que sale.

Hagamos un poquito de memoria, sólo un poco
Desde hace millones de años nuestros antepasados utilizaron las emociones básicas en tareas relacionadas con la supervivencia, miedo para huir, ira para atacar. Matar o morir, así de crudo. Afortunadamente hoy en día el mundo ha cambiado y los retos a vida o muerte han desaparecido de nuestra rutina, este cambio de entorno se ha producido en un período de tiempo muy corto (unos 200 años). Nuestras vidas han cambiado, y creo que nuestro cerebro aun no ha tenido tiempo de adaptarse.

Somos emocionalmente primitivos,  percibimos una gran cantidad de emociones pero seguimos teniendo opciones muy limitadas a la hora de responder ante ellas. Siempre nos pasamos o no llegamos, huimos o atacamos, 'matamos' o 'morimos'. Y esto, vaya por Dios, no se enseña en las escuelas.

Y lo siento pero no me vale la excusa 'es mi carácter' porque creo que  el temperamento no marca nuestro destino. Los genes nos imponen una tendencia inicial hacia una respuesta u otra, nada más. El resto es echar balones fuera.

Si fuesemos capaces de identificar como nos sentimos, con nosotros mismos y con los que nos rodean,  nuestra inteligencia 'física', en la medida de sus posibilidades, se encargaría de dar la respuesta adecuada.

Y es que tener inteligencia no basta para ser inteligente. Hay que aprender a usarla. ¿Podremos  hacerlo?

Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo
         Aristóteles

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