Justo antes de que se cerraran las puertas del ascensor,
tres extraños entraron y nos hicieron compañía. Te saludaron con cariño, te
preguntaron como fue el día en el colegio y cuantos años tenías y tú, silenciosa, nerviosa y vergonzosa, te aferraste
con fuerza a mis piernas y clavaste la mirada en el suelo.
Al cuarto piso, allí
nos dirigíamos, y yo, mientras te acariciaba el pelo, pensaba en el tiempo
transcurrido desde que realicé un viaje tan largo como el que tú estabas
realizando ahora.
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