lunes, 17 de diciembre de 2012
Cada cosa a su tiempo
Todo ha cambiado mucho desde que regresamos de aquellas vacaciones. Mamá anda todo el día con las gafas de sol puestas, dice que es conjuntivitis aunque yo no sepa que es eso. Lo de la cebolla sí lo entiendo así que no me preocupa verla llorar en la cocina.
La enana sigue tan rebelde como antes, en ocasiones tengo que perseguirla para evitar que vaya dejando sus cosas desperdigadas por ahí; creo que huelen a cebolla por eso mamá sufre tanto al recogerlas. Yo por si acaso también recojo mis juguetes, me he vuelto un niño muy ordenado.
Muchas tardes suena una canción en el salón, no entiendo lo que dice pero, al ver a mamá, supongo que debe hablar no de una, sino de cientos de cebollas juntas.
Al acostarme me hago el dormido y nunca me arropo, papá lo hace cuando viene a darme un beso de buenas noches. Entonces abro los ojos y le cuento que no me gusta la cebolla, que mamá a veces parece un fantasma y me asusta, que tengo ganas de estrenar el coche que nos regaló el abuelo tras aquel verano y, sobre todo, le pido que algún día me enseñe lo que ya ha enseñado a mi hermana porque me cuesta mucho atraparla cuando atraviesa las paredes.
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Y que a veces hay cosas que duran más allá de la muerte.
ResponderEliminarY que a veces lo real asusta más que lo irreal.
Que la inocencia no tiene precio.
Y que los recuerdos son valiosos.
Que anclarse en el pasado es hipotecar tu futuro y el de los demás.
Y, por supuesto, conduce con cuidado
Un micro de esos que hay que leer dos veces.
Gracias por comentar.
ResponderEliminarEste micro lo escribí hace muchos años. Le has sacado más jugo que yo por aquel entonces.
Un abrazo.